El que TIENE y el que NO



Es un día cualquiera. Corren las mismas 24 horas diarias en cada uno de los países que conforman el Planeta Tierra. Se desarrollan mundos paralelos; en una favela de Brasil un niño muere de hambre, mientras que a otro niño de familia Real le sobra la comida.

Muchos corazones están acompañados, muchos otros se encuentran solitarios. Hay quien jamás logrará comprarse el auto más sencillo, mientras que algún magnate se despierta pensando en cuál será el próximo carro que se sumará a su colección.

Unos no se han interesado en conocer el amor que brinda un perro, y aquellos que ya han experimentado ese sentimiento, no pueden vivir sin la compañía de un cachorrito.

Es que mientras no se conozcan las cosas, los placeres, privilegios o sentimientos, no hacen falta. Y a veces, si llegan, no sabemos cómo manejarlos.

El otro día vi una película de un muchacho que nació ciego. A eso de los 30 años lo operaron y logró ver el mundo por primera vez. El impacto fue muy fuerte, apenas empezaba a verle la forma a las cosas, pudo saber cómo se veían los colores, le puso rostro a su padre y a su novia. Pero a pesar de la felicidad de poder ver, se sentía confundido porque no podía movilizarse por sí solo, cosa que lograba estando ciego.

No sabía medir las distancias, no entendía qué querían decir las miradas de su pareja, y en ocasiones, prefería apagar la luz de su cuarto para volver al ambiente que siempre conoció: la oscuridad.

Ya cuando empezaba a comprender las cosas que lo rodeaban, comenzó a perder la visión nuevamente, la luz en su vida duró muy poco. ¿Qué hubiese sido mejor, no ver jamás o conocer el mundo un ratico para volver a la oscuridad para siempre? Habrá opiniones diversas.

Unos tienen más que otros, es ley de vida. Algunos lo tienen todo: salud, amor, dinero y felicidad; otros no reúnen la totalidad de esos privilegios, pero el mundo da muchas vueltas. Hoy podemos estar arriba, pero mañana a lo mejor amanecemos abajo y viceversa.

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