Ni de aquí ni de allá


Los que nacimos y crecimos con la mezcla de dos culturas no nos sentimos cien por ciento de aquí, pero tampoco de allá. De aquí no en su totalidad porque nuestro paladar comparte dos gastronomías, tenemos costumbres compartidas y hemos oído hablar a la par dos idiomas. En casa nos pueden hablar en el idioma de allá y respondemos con el de acá ó nos acostumbramos a oír a nuestros padres decir una palabra criollita, seguida de otra típica de su tierra natal.

En Venezuela eso es súper común y el que ha vivido en una familia que comparte dos nacionalidades sabe de lo que hablo. El que no, difícilmente entenderá el porqué de ciertas cosas. Sea como sea, es interesante ser descendiente de extranjero, más que por pisar alguna vez la tierra de tus padres, por compartir, pensar y vivir con un poquito de lo nuestro y de lo que por crianza nos enseñaron.

Siempre he vivido aquí y de aquí me siento, pero no pienso tanto como una venezolana de pura cepa ni como una italiana tampoco. Estoy en el centro de aquí y allá en pensamiento y gustos, porque en otros tópicos como clima, confieso que amo el que día a día se disfruta de este lado del Planeta.

Cada hogar es un mundo y cada persona también. Puedo decir que en mi mundo he conocido, y sobre todo, he sabido conservar amistades que comparten el sentimiento descrito y otras que conocen únicamente el buen vivir del venezolano - y el malo también – que es justo ese el que no soporto: matraqueo/abuso/viveza de muchos, afortunadamente no de todos.

El lugar donde nos toca nacer es cuestión de destino. Nadie lo puede escoger, como tampoco lo que le toca vivir. Pero aquél que se va de su país, divide su corazón, así como también parte en dos el sentir y pensar de sus hijos que nunca terminarán de ser ni de aquí ni de allá.

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