Historias que no son mías
Escribir es la libertad de expresar. Se dice casi cualquier cosa escribiendo, porque de alguna manera, los que lo hacemos por pasión a veces sentimos que es la forma más pura de transmitir lo que sentimos.
He sido bendecida con el don de la palabra, y doy infinitas gracias por ello. De allí, mi profesión y todo lo que soy; cómo soy y cómo lo digo.
Me siento identificada con historias que no son mías. Que leo en otros blogs o en cualquier texto que descubra en algún momento de ocio. Me he podido conmover con relatos ajenos, que se pueden parecer tanto a los míos… sólo que a veces los guardo para mí. O los comparto hablando, y es que a veces mi tristeza o mi problema, se repite en tanta gente…
Pero cuando es mío, ¡cómo pesa! He leído líneas que expresan amor, desamor, miedo, preocupación. Están allí marcadas, igual que permanecen selladas en la mente y el alma de quien las escribe, que acompañan cada día, se superan o se toleran. Escribiéndolas se van de paseo un rato, salen del cuerpo, aligeran la carga.
Algunos escriben con miedo, otros se arriesgan a decir aquello que jamás podrían confesar hablando. Y es en la palabra escrita que consiguen el desahogo ideal.
Como el actor que interpreta el papel de sus sueños, como el cantautor que expresa en una melodía esa historia que le cambió la vida.
Y es el amor el que en casi todos los casos mueve a escribir, a confesar, a cantar, a contar. Es en esa búsqueda que se sufre, se añora, se extraña, se aprende y se es feliz por instantes.
Leyendo o escuchando historias que no son mías me transporto hacia las mías, las revivo si es el caso, las imagino si no han pasado. Y llego a la conclusión que recordar es vivir y vivir es despertar sin perder jamás la capacidad de asombro, y sobre todo, convencidos de que lo mejor está por llegar, en nuestras propias ganas de sentir, saber, conocer, descubrir y amar más.
Comentarios
Gracias por pasar!
=)