Lo superficial y lo profundo


El avance desenfrenado de la tecnología, el agitado día a día que se experimenta en las ciudades, el elevado costo de la vida, aunado al consumo que incita la publicidad y el exceso de información basura que se acumula en nuestra memoria, son algunos de los factores que están presentes en la cotidianidad de todos los individuos, a mayor o menor escala. Depende de cuán influenciados estemos por estos aspectos, que a simple vista son superficiales, pero que en el fondo, pueden resultar determinantes en nuestro comportamiento ante la sociedad.

Sin duda, somos protagonistas de un presente convulsionado, en el que el tiempo parece correr más rápido de lo que corre. Precisamente por la confusión de las calles, de todas partes, incluso, de nuestro propio hogar, en el que en ocasiones la paz se ve interrumpida por inconvenientes “técnicos” (falla eléctrica, recorte presupuestario, simple convivencia y/o un sin fin de circunstancias propias de la realidad). Así es como los momentos de tranquilidad parecen reducirse cada vez más, llevándose consigo un tiempo de calidad que dejamos de compartir con nuestros seres queridos.

Los días transcurren entonces con un alto grado de superficialidad, porque sin darnos cuenta, nos sumergimos en el trabajo, en los problemas personales y por si fuera poco, en los problemas del país, que repercuten directamente en el estado de ánimo.

Tomando en cuenta este panorama ¿cómo logramos que lo profundo del ser no se vea afectado por el mundo exterior? La respuesta intenta salir a flote a lo mejor cuando apoyamos finalmente la cabeza en la almohada y de forma consciente-inconsciente cerramos los ojos para retomar fuerzas y volver a la lucha del día siguiente. Pero, esa respuesta se queda sólo en una posibilidad porque aunque queramos revertir la cotidianidad y escapar de las obligaciones para disfrutar de más tiempo libre, no logramos escribir una agenda de actividades equilibradas.

Es complejo caminar de la mano de esta era en la que los bruscos cambios tecnológicos han acaparado la atención del mundo entero, creando una dependencia exagerada al Internet y sobre todo, a las novedosas e instantáneas formas de comunicación que ofrece.

Así vivimos, entre lo superficial del mundo exterior y lo profundo de nuestros sueños e ilusiones.

Ciudades convulsionadas, bombardeo informativo, pugnas políticas, recesión económica, boom tecnológico, pobreza, consumismo, ansias de poder, estrés...

Nadamos en un mar de problemas, pero el estado mental es decisión de cada quien. Sin permanecer ajenos a la realidad, es posible crear nuestro propio mundo de paz. Si lo logramos, lo profundo podrá permanecer por encima de lo superficial.

*La idea de este post surge en cierto modo de la lectura de “Dilemas del Presente”, libro en el que el locutor Ivan Loscher recoge impresiones de distintos profesionales sobre el mundo actual y sus miles de contratiempos, con el humor propio que caracteriza a los venezolanos, en las buenas y en las malas.

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